La agricultura valenciana cuenta con unas determinadas zonas cálidas donde el cultivo subtropical del aguacate va ganando protagonismo
Los agricultores somos personas valientes que siempre intentamos producir lo que demandan los consumidores. En los últimos años el aguacate ha disparado su consumo mundial por sus extraordinarias propiedades nutricionales y, gracias a esa demanda, ofrece una rentabilidad bastante digna para el productor. Por ello es lógico que cada vez más productores exploren esta alternativa hasta hace poco remota.
Comarcas como Camp de Morvedre –especialmente la zona de Les Valls–, La Plana de Castellón, L’Horta, La Ribera, La Safor o La Marina acogen los primeros campos de aguacates tras reemplazar otros cultivos en dificultades comerciales como cítricos y frutales de hueso. Su introducción no es comparable a la que aconteció con la naranja o más recientemente con el caqui, porque está muy limitada por las bajas temperaturas. Pero a su menor escala el aguacate abandera una revalorización agrícola y vuelve a levantar una renovada ilusión en el sector. Cientos de familias se benefician del buen comportamiento de este cultivo, contribuyendo a girar la rueda de la economía de muchos pueblos, que buena falta hace en estos momentos.
Sin embargo, en medio de esta buena nueva detectamos con creciente indignación el surgimiento de fariseos que difaman el aguacate, hablando del consumo de ingentes recursos hídricos y otros mensajes infernales que no suceden en nuestras zonas productoras. Mejor harían estos ecologistas radicales, medios de comunicación e incluso cocineros, que reniegan del aguacate para preparar sus ideológicas recetas, en objetivar sus ideas en beneficio del cuidado del planeta yendo a aquellos otros lugares donde se están destruyendo selvas y hábitats naturales y donde deberían dirigir sus críticas. Incluir en su demagógica persecución contra el aguacate a los agricultores valencianos es una irresponsabilidad y una forma injusta de generar mala imagen a este cultivo que la evidencia científica califica de superalimento.
Los agricultores no malgastamos ni una gota de agua, regamos los árboles justo lo que necesitan, sabemos que los excesos hídricos son perjudiciales para el cultivo y ponemos todo el esmero en lograr un riego racional. Hemos modernizado prácticamente todo el regadío de la Comunitat Valenciana para ser más eficientes en el uso del agua. La cantidad empleada es similar a la que requiere una explotación de cítricos, de hecho, muchas veces se destinan a través de la misma línea de goteo idénticos recursos tanto a los campos de naranjos como a los campos de aguacates, que suelen estar unos al lado de los otros.
Al tratarse de un cultivo nuevo en tierras valencianas, el aguacate aún carece de plagas y enfermedades de gravedad, por lo que los agricultores apenas se ven obligados a utilizar materias activas para combatirlas. Además hay una clara tendencia a la producción ecológica del aguacate. El manejo y las distintas técnicas de cultivo son, al igual que ocurre en toda la agricultura europea, absolutamente respetuosas con el suelo, la diversidad, el territorio y el medio ambiente. Podemos asegurar que nuestro aguacate cumple las máximas garantías de sostenibilidad del mundo.
Sabemos que todavía nos faltan muchos conocimientos por adquirir sobre este cultivo subtropical. Y por eso mismo estamos en contacto permanente con los máximos expertos de Málaga y Sudamérica, donde acumulan una experiencia mucho más dilatada. Quiero agradecer especialmente la fructífera colaboración que encontramos en nuestros compañeros de ASAJA Málaga. Conjuntamente estamos llevando a cabo el Grupo Operativo “Innovación en aguacate” que tiene como finalidad aumentar la productividad, favorecer la expansión correcta del cultivo en nuevas áreas, transferir la tecnología relativa a técnicas, material vegetal y control biológico, y convertir a España en el primer suministrador europeo de aguacate de calidad y de producción sostenible, con una baja huella de carbono.
Desde AVA-ASAJA también hemos impulsado la puesta en marcha de la Asociación de Productores de Aguacates (ASOPROA) a fin de aglutinar al sector, promover el asociacionismo entre los profesionales como medio para afrontar los retos de futuro, unificar criterios de carácter tanto productivo como comercial, e incluso diferenciar el producto nacional a través de una marca distintiva o, en su caso, una Denominación de Origen Protegida.
Porque la comercialización es un asunto al que no debemos prestarle menos atención. Hay comercios de Málaga que vienen a Valencia a comprar aguacates y vienen con unas reglas del siglo XXI –no del XIX como prefieren algunos piratas por estos lares– que permiten a los agricultores percibir unos precios dignos. La producción española únicamente cubre en torno al 10% de la demanda europea y resulta fundamental diferenciarla de las importaciones foráneas para aspirar a reforzar nuestra cuota de mercado.
Si logramos mejorar en todos estos aspectos y garantizamos una rentabilidad razonable a medio y largo plazo, inmediatamente surgirán más jóvenes en el campo valenciano, más posibilidades de que el medio rural sea un lugar atractivo y deje de despoblarse, más futuro en definitiva. Justo lo contrario de lo que pregonan quienes denigran la imagen del aguacate y echan tierra sobre las personas que quieren ser emprendedoras. A estos difamadores les sugeriría que cogieran un aguacate, le quitaran la piel, lo partieran por la mitad, le pusieran unas gotas de aceite y una pizca de sal, y que lo probaran. Igual percibían la realidad de otra manera más positiva y hasta se dibujaba una sonrisa en sus caras.