Los pasos del viaje que es la vida de una manzana están marcados por su pasión por la agricultura, en las que participan profesionales de todos los géneros y generaciones. También por la mezcla de tradición con modernidad en el trabajo que conlleva cada una de las fases de elaboración. Y sin perder nunca de vista el respecto más absoluto por la sostenibilidad, así como por la naturalidad del cultivo y los frutos.
Cada ciclo arranca justo al acabar la cosecha de la temporada anterior. Durante el invierno, hay que cuidar a los manzanos, retirando los maderos que han quedado viejos para dejar espacio a los nuevos, que traerán fruta joven. Se reducen los brotes y se recortan las ramas a fin de preparar bien a los árboles para cuando llegue el momento de la floración.
Conforme llega la primavera, es el momento perfecto para plantar nuevos ejemplares de variedades especialmente adecuadas para arraigar en ese momento de año y tomar asiento en la tierra donde darán sus frutos. Últimamente, junto a manzanas más clásicas como la Red Delicious, Golden Delicious o Granny Smith, han llegado a los mercados y supermercados innovaciones varietales como Kanzi™, Envy™, Pinova o Yello®, entre otras. Son nuevas propuestas que seducen con pulpas crujientes, atractivas tonalidades y matices en boca que agradan a quienes gustan de descubrir nuevos sabores.
También durante la primavera se produce uno de los momentos más hermosos. Las más de 5.500 hectáreas de cultivo de Val Venosta, situadas entre 500 y 1000 metros de altura, se convierten en un manto de flores rosáceas, con más de 20 millones de manzanos en plena floración. Un espectáculo para la vista de increíble belleza y un fragante panorama que atrae a innumerables abejas obreras. Durante los días cálidos, ellas son las encargadas de fertilizar esas delicadas flores para que el proceso avance y, con el tiempo, de ellas nazcan deliciosas manzanas.
UNA EQUILIBRADA UNIÓN ENTRE TECNOLOGÍA Y TRABAJO HUMANO
Como entre los meses de marzo y mayo todavía hay noches en que las temperaturas bajan considerablemente en los Alpes Italianos, los agricultores venostanos ponen en práctica algunas técnicas para proteger a las flores que darán lugar a sus futuras cosechas. Una de ellas es el riego que cristaliza rápidamente, creando una fina capa de hielo que actúa como barrera protectora para las flores, evitando que las grandes heladas puedan dañarlas. En ocasiones también es necesario distribuir velas antiheladas, de parafina. Se colocan en los campos, entre los árboles, para aumentar un poquito las temperaturas.
Una vez ha pasado el peligro de las heladas, conforme las frutas comienzan a emerger, los agricultores de la asociación de cooperativas de Val Venosta realizan una poda a mano en la que retiran los excesos, descargando el árbol para que para que se dedique a madurar solo a las mejores manzanas. Y continúan el riego, por goteo y sobre la copa de los árboles, aprovechando el agua que viene directamente canalizada desde los glaciares de los macizos alpinos que rodean a los campos.
Antes de empezar la cosecha, hacia finales de verano, una vez más la tecnología pone su granito de arena para conseguir las mejores manzanas. Las piezas van siendo analizadas periódicamente en el laboratorio para verificar que la degradación del almidón, la firmeza de la pulpa y el contenido azúcar sean correctos. Y solo cuando se obtiene el visto bueno de los expertos, empieza una cosecha a mano, que alcanza entre 320.000 y 350.000 toneladas al año, dependiendo de las condiciones climáticas que se hayan ido dando durante la temporada.
Además, la recolección se organiza en varias fases, para retirar del árbol solo aquellas piezas que estén en su momento óptimo, de manera que únicamente llegan a los almacenes de la cooperativa las mejores manzanas de la cosecha. Al final de todo el proceso, cada familia de agricultores cosecha manualmente alrededor de 1.150.000 manzanas.