Carrera espacial y cultura popular en la España del siglo XX
El 21 de julio de 2019 es el aniversario de, posiblemente, uno de los acontecimientos más relevantes para la especie humana: cincuenta años desde el primer aterrizaje en la superficie lunar
Las pisadas de Neil Armstrong marcaron un punto de inflexión en la competición espacial durante la Guerra Fría. Aquel día culminó una carrera que se había iniciado el 4 de octubre de 1957 con el exitoso lanzamiento de la sonda Sputnik.
Asimismo, desde 1945, los Estados Unidos y la desaparecida Unión Soviética habían pugnado por establecer su superioridad e influencia frente al resto del mundo, un influjo que superaba la mera hegemonía militar y tecnológica hasta trascender el control de las sociedades bajo su supervisión. Soviéticos e imperialistas, por tanto, no sólo presentaban la superficie de dos sistemas económico-ideológicos excluyentes entre sí sino que, además, eran fabricantes de su propia visión del mundo, con sus correspondientes productos culturales.
La carrera espacial y España
Este es, en trazos gruesos, el contexto en el que se inserta nuestro relato. En «España, ¿me reciben»: Astronáutica y cultura popular (1957-1989) he intentado confeccionar un mapa de cómo afectó a España la narrativa de la carrera espacial en el seno de la problemática geopolítica durante la Guerra Fría, e integrar en todo ello el papel de España y la incidencia en la cultura de estas novedades.
Como toda cartografía, es incompleta, puesto que en la exploración de cualquier territorio siempre quedan zonas desdibujadas o imprecisas. En esta historia de la recepción de la ciencia y tecnología astronáutica en España, uno de los obstáculos relevantes ha sido intentar comprender cómo se construía el imaginario de la misma por parte de los propios ciudadanos. Dentro del arco cronológico ofrecido, la interpretación que hacían los españoles sobre los hitos astronáuticos por norma general oscilaba entre el escepticismo, la admiración y la indolencia idiosincrática del «¡Qué inventen ellos!» atribuido a Miguel de Unamuno.
En última instancia, comprender cómo asimilábamos (a través de las imágenes recibidas de los libros especializados o los medios de comunicación como el cine) y cómo reproyectábamos (mediante productos culturales propios, como los seriales radiofónicos o los tebeos, por ejemplo) esas hazañas técnicas de incalculables recursos humanos y materiales permitiría interpretar otras cuestiones relevantes dentro de los estudios culturales como la identidad nacional de un país en constante tensión por estar situado entre el centro y la periferia.
Décadas cambiantes
Es fácil identificar que los años de la carrera espacial entre 1957 y 1989 transcurren paralelamente a los que abarcan, dentro de nuestra dimensión histórica, la fase del desarrollismo franquista, el declive del régimen y la transición hasta el actual sistema de democracia parlamentaria.
Hay, pues, una narración principal sobre los inicios y desarrollo de la astronáutica estratificada por el relato de la recepción de dicha disciplina en nuestro país, con sus contradicciones internas y sus propios discursos sobre la ciencia. En este sentido, si por algo se caracterizó el régimen del General Franco fue por controlar férreamente el conocimiento (no hay que olvidar, por ejemplo, la existencia de un Ministerio de Información y Turismo) y la cultura, absolutamente mediatizada por la supervisión inspectora de la Iglesia católica.
Por tanto, resulta necesario estudiar el contexto que cruza el marco temporal de la carrera espacial con el de la dictadura franquista. Los relatos, ya sean estos novelas, tebeos, seriales o películas, van a plasmar una serie de mensajes ideológicos y estereotipos de toda índole que, a ojos de los historiadores de la cultura visual, son fascinantes por la cantidad de información aportan.
En este orden de cosas, España se reveló como una posición estratégica en grado superlativo para los planes de expansión de la NASA aquí se instalaron las primeras bases de seguimiento de satélites fuera de Estados Unidos y que redundaron en beneficios mutuos en los acuerdos bilaterales entre nuestro país y la potencia americana.
Emilio Herrera y Beatriz Fontana
A pesar de que los términos «astronáutica» y «España» parecían discordantes e incluso incongruentes, existen numerosas muestras susceptibles de análisis. De entre todos los estudios de caso, me gustaría citar dos por la singularidad que exhiben: la figura real del ingeniero militar y aeronauta Emilio Herrera y el serial radiofónico emitido por la SER (1953) y después adaptado al formato de tebeo, Diego Valor (1958).
Si tenemos en cuenta que cualquier cosa humana –desde las obras de arte a la economía o la guerra– es un artificio, habremos de convenir que nosotros mismos, tanto individual como colectivamente, somos productos culturales. El injustamente invisibilizado general Herrera (1879-1967), pionero español de la aviación, es hijo de su tiempo, marcado por un utopismo que lo vincula a los personajes de las novelas de Julio Verne, que con tanta avidez leyó y que, sin duda, sirvieron de acicate para desarrollar entre 1932 y 1936 el primer prototipo de un traje espacial, su escafandra estratonáutica, pertrecho que nunca se probaría en vuelo debido al trágico avatar de la Guerra Civil.
En segundo lugar, dentro de los innumerables personajes que pueblan el universo ficticio del serial Diego Valor, querría destacar el de Beatriz Fontana puesto que es una antiheroína. En un tiempo, los años cincuenta, en que los modelos femeninos que se proponían como patrón de conducta para niñas y adolescentes eran los de la mujer pasiva y supeditada a las acciones del héroe, Fontana es astronauta y científica, adelantándose en casi una década a las pilotos de pruebas como Jerrie Cobb en el programa de vuelo Mercury 13.
En conclusión, la historia cultural ayuda a comprender la construcción de la identidad nacional, los imaginarios colectivos y la interacción de la cultura popular con los medios de comunicación de masas, aunque resulta difícil obtener una panorámica lo suficientemente nítida de este complejo contexto histórico donde se mezclan y solapan innumerables agentes e instituciones y, sobre todo, multitud de relatos que en aquel momento estaban configurando en términos científicos, tecnológicos e históricos el nuevo orden geopolítico del actual mundo globalizado. A día de hoy la antigua carrera espacial durante la Guerra Fría entre las dos superpotencias se ha transformado en la competencia entre empresas como las archiconocidas Virgin Galactic o SpaceX.
David Moriente Díaz
Profesor de Historia y Teoría del Arte Universidad Autónoma de Madrid