Aceite de oliva: la necesidad de reinventar el modelo de negocio
El aceite de oliva es un producto de calidad que debe de ser defendido en valor
España es un mercado ruinoso porque se ha impuesto una política de precios bajos donde no salen las cuentas:
La marca blanca representa casi un 70% y muchas empresas se han visto forzadas a potenciar sus ventas en países donde el aceite se valora más, como Italia, Estados Unidos y algunos nuevos mercados.
La producción agroalimentaria española tiene grandes potencialidades. Tanto en el mercado interno como en el comercio internacional siguen existiendo oportunidades de crecimiento y desarrollo. Pero para ello, hay que seguir:
Mejorando los sistemas de producción,
los sistemas de explotación y, sobretodo,
Su comercialización, aprendiendo de las experiencias que se han revelado como de éxito tanto en nuestro mercado como en los mercados limítrofes que tienen peso específico en el mundo de la producción y comercialización.
Sobre el sector del aceite, no voy a darles datos estadísticos ni informativos de su situación, porque sobrados artículos, estudios e informes lo documentan, no es esa mi pretensión, pero sí lo es, el transmitirles una idea alrededor de la que gira el necesario cambio para seguir en el mercado.
Déjenme que les diga, cada vez más es evidente la velocidad del cambio, no ya el cambio sino su rapidez en implantarse.
Las nuevas tendencias reales del mercado nos ponen encima de la mesa la urgente necesidad de adaptación al nuevo medio y con él la transformación de los modelos de negocio en todos los sectores de la economía.
Creo que hay consenso sobre que el sector sigue siendo muy tradicional, inmovilista y alejado de la tecnología real.
Las corrientes que están transformando el mundo pasan por la digitalización, negocios 4.0 y globalización, y todo ello está, normalmente, fuera de la realidad del sector.
No estamos en una era del cambio sino en un cambio de era en el que el cambio no es opción, es obligación.
Por mi trabajo en varios sectores de la economía, les puedo decir que lo común a todos ellos pasa por la reinvención de los modelos de negocio dentro de las coordenadas de innovación. No se ofendan, las empresas son iguales en un 90% y el sector comparte males endémicos de la economía que se muestran en mayor o menor intensidad, pero sí están presentes.
Como dijo recientemente Ryan Avent:
Aún no hemos visto nada de cómo va a cambiar el mundo, será como en la Revolución Industrial del siglo pasado. «Hoy hay tres tendencias hacia las que se mueve el cambio, la automatización, la globalización y el aumento de la productividad de un número reducido de profesionales altamente cualificados, que están causando de la abundancia de mano de obra, un exceso de humanos»
La manera de vivir, de consumir, de entender el trabajo, de entender los negocios y la vida, están cambiando. Estamos viviendo una transformación social de la que muchos parecen estar ajenos.
Se están perdiendo empleos en lo tradicional y nacen nuevos empleos y nuevas maneras de entender el trabajo. Los millennials son los consumidores que están entrando fuertemente el consumo y su manera de vivir, de comprar y de priorizar valores cambia radicalmente la manera de hacer negocio que exige adaptación en valores, en producto y servicio a los que dar respuesta.
Sin duda son nuevas realidades que se transforman en nuevas oportunidades de ser el primero o al menos de estar dentro del cambio.
Más Darwin y menos Keynes porque:
No estamos en una crisis económica y financiera pasajera, sino en un tsunami social y geopolítico con basculación del poder a otras partes del mundo con nuevos comportamientos sociales y nuevas maneras de entender la vida.
Tenemos que dar prioridad a la creación de buenos trabajos.
No necesariamente trabajos bien pagados, pero sí de mucha calidad. Eso significa:
Gastar mucho más dinero en invertir en infraestructuras y educación, y Poner en presente algunos valores con los que trabajábamos en el siglo pasado porque ni todo lo viejo es malo ni todo lo nuevo es bueno.
pesar de ello, necesitamos adaptarnos rápido y apoyar las nuevas tecnologías y nuevas maneras de hacer las cosas.
Ese proceso, en sí mismo, va a crear nuevas oportunidades que pueden ser cubiertas por trabajadores y es fácil encontrar información en la que se apuntan más de cien nuevos empleos que existirán a corto plazo y empleos que a corto plazo desaparecerán.
Me asombra ver cómo la gente espera pacientemente que le lleguen los efectos del cambio y cuando le sucede se sorprende.
En esta transformación, como dijo Octavio Paz:
Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio.
Los cambios son oportunidades que la dejadez transforma en riesgos y como dijo Popper en la miseria del historicismo:
Aquellos pueblos que no aprenden están condenados a repetir los errores de su historia.
Y así podíamos seguir porque realmente la sentencia está escrita, y ello me recuerda al sector de la construcción y su inmovilismo frente a la burbuja inmobiliaria que cuando estalló, sonaba como un terremoto sorprendentemente nuevo o no previsto.
Este entorno y este país necesita de inconformistas proactivos que se involucren en cambiar las cosas, de gente que trabaje y que aprenda a vivir con menos y de empresarios y ejecutivos que se conviertan en el motor del cambio.
Jesús Ferradás González. Consultor y Formador de Marketing en ESIC. Ponente en el Programa Superior en Gestión Empresarial para el Sector Oleícola
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