Los cátaros pertenecían a un movimiento religioso de carácter gnóstico que se propagó por Europa Occidental a mediados del siglo X y logró arraigar hacia el siglo XII en Francia. El catarismo afirmaba una dualidad creadora, Dios y Satanás, y predicaba la salvación mediante el ascetismo y el estricto rechazo del mundo material.
La Iglesia Católica los consideró herejes y frente a su creciente influencia y extensión, pidió apoyo de la corona de Francia para lograr su erradicación. A finales del siglo XIII el movimiento, ya debilitado, entró en la clandestinidad y se extinguió. Antes de esto, los cátaros, al ser derrotados en Francia, se refugiaron en rincones españoles, y en concreto en territorios valencianos.